La Belleza de la Artesanía Precolombina Chorotega / by Museo Indigena

Artesanía, Matambú, Guanacaste. Proyecto Namu Nekupe. Fotografía: @stereog

En las tierras altas del noroeste de Guanacaste, dentro del entorno seco y estacional de la Península de Nicoya, se conserva uno de los legados culturales más antiguos y elaborados de Mesoamérica: la artesanía precolombina chorotega.

Proyecto Namu Nekupe, taller de artesanía. Fotografía: @stereog

Guanacaste. En la península de Nicoya, entre los cantones de Hojancha y Nicoya, se encuentra Matambú: el único territorio indígena reconocido de la etnia chorotega en Costa Rica. Este lugar no solo es un testimonio de identidad y resistencia cultural, sino también uno de los centros vivos de una de las tradiciones artesanales más antiguas del país: la cerámica chorotega.

Esta práctica, transmitida de generación en generación, ha sido un hilo constante en la historia de esta comunidad. Su técnica y sus motivos decorativos se remontan a más de 2.000 años, cuando las primeras comunidades sedentarias de la región de la Gran Nicoya comenzaron a moldear la tierra para crear utensilios y objetos rituales.

Cronología de una tradición ancestral

1200 a.C. – 500 d.C.
Durante el período Orosí, las primeras expresiones cerámicas en la región incluían tecomates, vasijas cilíndricas y pequeños cuencos. Estas piezas, elaboradas sin torno y decoradas con incisiones y líneas pintadas, marcan el inicio de una tradición que perdura hasta hoy.

500 d.C. – 800 d.C.
En el período Tempisque, la cerámica adquirió mayor complejidad. Las vasijas globulares, las representaciones humanas y zoomorfas, así como los diseños bicromos, revelan el surgimiento de estilos regionales consolidados y una creciente sofisticación técnica.

800 d.C. – 1350 d.C.
Con la llegada de los chorotegas, originarios del sur de México, la cultura material de la región se transformó. Este pueblo trajo consigo saberes agrícolas, estructuras políticas más complejas y una tradición cerámica que incorporó elementos mesoamericanos. Es en esta etapa cuando la cerámica policromada se convierte en una forma de expresión simbólica y estética, con imágenes del jaguar, la serpiente emplumada y otros símbolos de poder y fertilidad.

1522 – siglo XVII
La llegada de los españoles, liderados por Gil González Dávila, marcó un punto de inflexión. Las estructuras sociales se fragmentaron y muchas comunidades fueron desplazadas o diezmadas. Aun así, la cerámica sobrevivió, transformándose en utensilios domésticos y objetos de intercambio, manteniendo su presencia en la vida cotidiana.

Siglos XVIII – XIX
A pesar del silenciamiento cultural, en comunidades como Guaitil, San Vicente y Matambú, las mujeres siguieron moldeando la tierra. Muchas de ellas, desde edades tempranas, aprendían de sus madres y abuelas el arte de amasar, bruñir y pintar la arcilla. La cerámica dejó de ser sólo ritual para convertirse en una forma de sustento y resistencia silenciosa.

Siglo XX – XXI
Con el auge del turismo cultural en Guanacaste, la cerámica chorotega fue revalorizada. Su reconocimiento como patrimonio cultural inmaterial de Costa Rica en 2013 impulsó su visibilidad. En 2007, el Ecomuseo de la Cerámica Chorotega fue inaugurado en San Vicente de Nicoya como un espacio comunitario para conservar y difundir esta tradición viva. Hoy, talleres familiares continúan elaborando piezas únicas, fusionando el conocimiento ancestral con nuevos lenguajes visuales.

Artesanía, Matambú, Guanacaste. Proyecto Namu Nekupe. Fotografía: @stereog

Estética y técnica: belleza desde la tierra

La belleza de la cerámica chorotega radica tanto en su estética como en su técnica. El diseño es un lenguaje visual codificado. Los motivos, muchas veces abstractos, representan elementos del entorno: serpientes, aves, tortugas, jaguares, semillas, constelaciones. Cada figura posee un significado, y la composición busca el equilibrio entre forma y símbolo.

Las técnicas empleadas también revelan un conocimiento profundo del medio: el uso de engobes naturales, la cocción en hornos abiertos o cerrados, el control del humo para oscurecer ciertas áreas y la aplicación de esmaltes a base de minerales locales demuestran un refinamiento artesanal comparable al de las grandes culturas mesoamericanas como los zapotecas o los mayas.

Matambú: entre memoria y futuro

Hoy, los talleres de Matambú no son solo centros de producción artesanal: son espacios de resistencia cultural, de afirmación identitaria y de educación intergeneracional. Niños y jóvenes aprenden de sus madres y abuelas el oficio del barro, en una sinergia que desafía la globalización homogénea y defiende la diversidad cultural.

La belleza de la artesanía precolombina chorotega no reside únicamente en su apariencia, sino en su persistencia. En un mundo cambiante, donde las lenguas indígenas desaparecen y las formas tradicionales se diluyen, la cerámica chorotega es un testimonio vivo de una visión del mundo. Y Matambú, con su horizonte de colinas y polvo, sigue siendo un santuario de esa memoria.

Artesanía, Matambú, Guanacaste. Proyecto Namu Nekupe. Fotografía: @stereog

Referencias consultadas:

  • Fernández, Carlos. La Gran Nicoya: Arqueología y Etnohistoria. Editorial UCR, 2010.

  • Stone, Doris. Pre-Columbian Man in Costa Rica. Peabody Museum Press, 1977.

  • Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica. “Inventario del Patrimonio Cultural Chorotega.”

  • Entrevistas con artesanas de Matambú (recopiladas por la Universidad Nacional, 2015-2020).

  • Museo Nacional de Costa Rica: Archivo de piezas cerámicas chorotegas (MNCR, 2021).