Por más de un siglo, los costarricenses han usado el colón como su moneda oficial, un símbolo cotidiano que lleva el nombre de Cristóbal Colón, figura asociada a la conquista y el saqueo de las Américas.
Costa Rica. Imagínate ir al mercado y decir: “Son 500 Huetares”. O guardar en tu bolsillo billetes que, además de valor económico, cuenten historias de nuestra herencia indígena con imágenes de glifos, cerámica chorotega y paisajes históricos. Este cambio, más allá de lo práctico, sería un acto simbólico de reconciliación con nuestra historia y de reconocimiento a las culturas que existían en estas tierras mucho antes de la llegada de los europeos. Pero, ¿qué pasaría si el nombre de nuestra moneda, en lugar de remitirnos al legado colonial, nos conectara con nuestras raíces más profundas?.
Algunos ejemplos podrían ser, el quetzal guatemalteco, nombrado en honor al ave quetzal, símbolo de libertad y un ícono sagrado para los mayas, esta moneda rinde homenaje a la rica historia precolombina de Guatemala y a su conexión espiritual con la naturaleza. El sol peruano, inspirado en el astro que era venerado como un dios por los incas, el sol es un recordatorio del legado andino que aún pervive en la cultura y la identidad del Perú. El guaraní paraguayo, esta moneda lleva el nombre de los guaraníes, uno de los pueblos indígenas más importantes de Paraguay, cuya lengua aún es oficial en el país y símbolo de resistencia cultural.
Ahora imagina algo similar al “El Huetar”, no es solo un nombre; es un homenaje. Los huetares fueron un pueblo clave en la historia precolombina costarricense, y aunque su influencia sigue viva en nombres de lugares y tradiciones, su reconocimiento ha sido históricamente insuficiente. En un mundo donde cada vez más países reevalúan sus símbolos y narrativas nacionales, Costa Rica tiene una oportunidad única de liderar este cambio en América Latina.
Cambiar el nombre de la moneda de Costa Rica, sería un recordatorio constante de las raíces del país, una declaración de valores culturales y un llamado a reconocer el aporte indígena en nuestra identidad. Al mismo tiempo, podría convertirse en un motor educativo, invitando a las nuevas generaciones a aprender sobre las culturas prehispánicas y su relevancia actual.
Como cualquier cambio significativo, esta propuesta enfrenta desafíos. Rediseñar billetes y monedas, adaptar sistemas financieros y familiarizar a la población con un nuevo nombre conllevaría esfuerzo y recursos. Pero los beneficios culturales podrían superar con creces los costos logísticos.
Además, sería una oportunidad para modernizar el diseño de la moneda, incorporando elementos visuales que celebren la biodiversidad y la herencia cultural de Costa Rica. “El Huetar” podría ser un símbolo no solo de intercambio, sino también de orgullo nacional.
“Te imaginas que Costa Rica sea conocida no solo por su biodiversidad y su paz, sino también por ser el primer país en honrar directamente a sus pueblos originarios a través de su moneda?”. Renombrar el colón como “El Huetar” o alguna referencia nuestra prehispanica, no se trata solo de borrar el pasado, sino de reescribirlo desde una perspectiva más inclusiva, es un paso hacia un futuro donde los símbolos nacionales reflejen la diversidad y la historia completa del país.